Ayer Venezuela vivió algo histórico; hoy muchos quisiéramos que
hubiese sido sólo una pesadilla. Desde
hace unos 8 meses, habíamos elegido a nuestro candidato; Henrique Capriles Radonski,
un tipo como pocos. Él tuvo una misión difícil, unir a un país lleno de
resentimiento, ira e incluso desilusión. Un país en el que más que vivir, se
sobrevive. Un país donde pocos son los
que no tienen una historia de robo, secuestro u homicidio; bien sea familiar,
un amigo cercano o incluso personal.
Henrique pasó 8 meses cruzando el país de extremo a extremo,
llevando un mensaje de paz, esperanza y alegría. Un mensaje de unión para
todos, un mensaje de una Venezuela sin color. Un mensaje que se fue
contagiando. El país poco a poco fue creyendo en este candidato y en su
propuesta de ser “El presidente de la Educación”. Todos fuimos oyéndolo,
siguiendo sus comentarios y leyendo su plan para el país. Un plan que se veía increíble,
una propuesta real para transformar el país en la Venezuela que todos soñamos.
Marchas se llevaron a cabo, parecía que cada vez más eran quienes lo seguían; y
más eran los rojitos que se daban cuenta de que necesitaban un cambio; porque él
nos enseñaba que “Hay un camino”.
La mañana del 7 de Octubre de 2012 fue épica; colas
kilométricas de gente para ir a votar; desde las 4 de la mañana. Jamás se había
visto algo así. Las colas estaban llenas de esperanza, de alegría; simplemente algo
maravilloso. Todo el mundo se caló 3, 4 e incluso 6hroas horas de cola; para
poder ejercer su derecho al voto, su derecho a opinar, su derecho a exigir un
cambio. Luego la ansiedad caía en todos; los nervios se notaban; todos queríamos
saber los resultados. La mayoría de las encuestas daban a Capriles vencedor y
por un margen interesante. Hasta que la realidad cayó; perdió Capriles, ganó y
fue re-electo Hugo Rafael Chavez Frías.
Por unos momentos hubo silencio, nadie lo creía. Luego, se
escuchaban los fuegos artificiales mezclado con disparos en las calles; los
rojos celebraban. Las palabras se fueron y el corazón latía lento. Una derrota
que nadie veía venir. El sueño de una Venezuela libre, segura y limpia se
esfumaba; el sueño de ver a MI Venezuela surgir y de ver a mis hijos crecer en
Caracas, desapareció. ¿Qué futuro se puede esperar para un país como este?
Muchos cayeron en la ira, comenzaron los insultos; otros
cantaron el fraude; otros trataron de dar mensajes de esperanza para que no nos
rindiéramos; y muchos ya estaban más enfocados en hacer plan para el fin de
semana largo. ¿Yo?, yo caí en shock. ¿De
qué sirve bajar a su nivel e insultarlos? ¿De qué sirve cantar fraude cuando el
mismo Henrique reconoció los resultados? ¿ de qué sirve decir que hemos crecido
y que ese 6 millones y pico se acerca cada vez más a los 7 largos de rojos? De
esos 6 millones, al menos 2 millones se van a ir del país, tiraran la toalla.
En diciembre hay elecciones regionales; nadie va a ir a votar. ¿Para qué votar
si el resultado será el mismo?, dirán muchos. Ya perdimos al país. El mapa
terminará de ser rojo y todos harán con él lo que quieran.
Este sentimiento es indescriptible; es como cuando tienes un
juguete nuevo de niño, juegas con él y luego de que te encariñas, te lo
arrancan para no verlo más. Haber estado
tan lleno de esperanza para caer de repente, es mucho peor que nunca haber
tenido esperanza. Hay un vacío, un dolor que no te deja tranquilo.
Ahora todo cambia, los planes de vida tienen que
reformularse; nadie va a querer estar aquí para ver el país hundirse por
completo. Yo siempre he dicho que no podría vivir fuera de Caracas, no ver el
Ávila a diario, pero, mis hijos no pueden crecer en esta Venezuela, no puedo estar en una Venezuela donde se vive
en paranoia, en miedo; salir de mi casa y no saber si volveré, o si volveré a
ver a mis padres o hermana. No puedo vivir en una tierra de nadie. Ahora, ¿a
dónde ir?, ¿qué hacer?, ¿cómo
sobrevivir?
No dejo de pensar en qué hacer con mi vida. En el tener que
adaptarme a no tener el calor caraqueño; a tener que vivir sin tequeños, sin
arepas, sin mi gente. No dejo de pensar en cómo cambiar mi plan de vida. Estoy
parado en el medio de la nada, tratando de decir qué camino tomar, temiendo que
todos los caminos lleven al mismo terrible y temible destino. Estoy sin
palabras, sin ganas de salir adelante, sin ganas de salir de mi casa, quizás
estoy vivnedo lo que es realmente vivir sin esperanza.
Muchos dicen “El Tiempo de Dios es perfecto” o hacen un
llamado a rezar por el país, por las personas. Aclaman por Dios para que nos
ayude. Yo sólo les respondo, Dios dejó Venezuela hace mucho tiempo.
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