Tuesday, March 15, 2011

Carnavales en Mérida 2011 –Día 1. La Ida



Los carnavales son una tradición. Ellos se definen histórica y literalmente como “locura y fiestas”. La Biblia habla de el periodo de adviento, esos 40 días que pasó el Cristo, antes de pasar por su muerte, en el desierto; 40 días de sacrificio. La religión cristiana celebra estos 40 días previos a la Semana Santa de la misma manera, como un periodo de sacrificio que comienza con el miércoles de ceniza. Entonces, para sobrevivir este periodo de sacrificio, la gente crea el “carnaval”. Es una despedida al pecado, a la fiesta, al alcohol y a la comida. El carnaval es igual a decir: vuélvete loco y demente que no lo podrás hacer por un buen tiempo. Ya en tiempos modernos y específicamente en caso propio, los carnavales de este año iban a significar una cosa…locura. Los pasé en la tan popular “Feria del Sol” en Mérida. Una feria con corridas de toros, rumbas, alcohol y simplemente….desnalgue. Lástima que no todo fue como se planeó.

Salimos de Caracas la madrugada del viernes, exactamente a las 4 a.m., 4 camionetas y 2 carros. En total éramos 23 personas en esos vehículos; y 3 personas más se unos unirían en Mérida, ellos se trasportaron el avión. Todo empezó viento en popa; no había cola, y estábamos haciendo un tiempo decente. Queríamos ir más rápido pero una de las camionetas, la de Ramón, iba lento; debido a malas experiencias de su pasado; igual, habíamos pronosticado unas 10 horas de viaje y estaríamos a las 3 p.m. en nuestro destino. Una de las camionetas líderes era la de Pío. Él tomó el liderato del grupo, con bastantes bases y fundamentos debido a su experiencia en viajes terrestres por todo el país, sin que nadie se lo pidiera o preguntara. El decidió tomar la vía hacía Barquisimeto, y luego bajar (esto refleja alrededor de 90 Km más que son casi hora y media). Por radio le comunicamos que el GPS de los demás carros decían que ésa no era la mejor opción. Él no escuchó y nos metimos por donde él quiso.

Seguimos en marcha, por la vía más larga, y la gente decidía pararse cada 30 segundos, realmente insoportable, y nos estábamos atrasando demasiado. Que 23 personas se bajen de los carros son al menos 20 minutos para que todos vuelvan a montarse y retomar el camino. Cierta hostilidad estaba creciendo. Subiendo el Páramo, uno de los carros comienza a fallar, si...le dio mal de Páramo. El carro estaba ahogado por la altura y la falta de oxígeno. Eso atrasó (y hostilizó) aún más el viaje. Tuvimos que terminar de subirlo remolcado, lo cual es un peligro. Luego de recorrer todo esto, por fin estábamos en Mérida, ya sólo nos falta ubicar la casa que, según el viejo gocho que nos la alquiló, estaba a 300 metros de la antena. Al ir hacía la dicha antena, nos damos cuenta que estamos metidos en un barrio; tal cual Petare y ya era de noche. La tensión era infinita. Nadie hablaba…estábamos perdidos.

En eso, se oye a Pio decir “Aquí estamos”; todos con alegría volteamos a ver, y se oye…”dónde estamos”; a lo que Pio responde… ”En la Antena”. Pasamos unos 15 minutos en esos “300metros” y nada que encontrábamos la casa. Ya bajo hostilidad extrema y habiendo dado unas 5 vueltas en U en un barrio con 23 niñitos de mamá y papá en 6 carros, el pánico se empezó a apoderar de todos. Chicho llamaba varias veces al Gocho preguntándole y nada que nos podía decir; en eso vemos una Pick-up de la policía. Les pedimos direcciones y ellos nos dicen “sígannos”. Un respiro que duro micro segundos. El de atrás de la pick-up saca su escopeta y la carga… todos tragamos fuerte. Pocos metros adelante la policía se para y dice “es por ahí siempre recto” y se van. Chicho hace lo indicado y comienza a ir recto….a menos de 100 metros se detiene y dice: “Hay una T”. La posibilidad de seguir recto no existía. Crisis total, silencio rotundo, uno que otro “chiste” para tratar de apaciguar las aguas, incluyendo la palabras de aliento de Chicho de “Tranquilos, si están conmigo están con Dios”, pero sin éxito. Comenzamos a preguntar prácticamente a cada gocho que nos encontrábamos (Si, muy inteligente preguntarle a casi todo el barrio que dónde queda la casa donde 23 niñitos con plata de Caracas iban a quedarse). Al fin uno, con cara de estar claro y saber lo que decía (lo sé, eso viniendo de un gocho significa algo) nos dice que subamos y hace un gesto como de; eso está muy arriba.

Comenzamos a subir una montaña que era prácticamente monte y culebra, sin luces ni nada; en el trayecto nos separamos porque Chicho y Daniel (donde yo iba) íbamos a buscar la casa dándole chola, para que el carro de Carlos (el que fallaba) no subiera en vano. Subimos, subimos, subimos y sin éxito. Pero teníamos fe en que por ahí era. Entonces a lo lejos se oye un “aquí” y los 2 carros frenan repentinamente…habíamos llegado. Rápidamente los 3 que había ido en avión nos abren la reja del garaje y la cierran inmediatamente (claro, no es que sea la mejor zona) y se por los radios se empieza a oír el “la encontramos, suban suban”. A los minutos, vemos unos carros pasar y el mismo procedimiento, con un grito de “Aquí” los demás frenaron y lograron entrar. En eso, ya la gente un tanto relajada, comienzo a contar los carros y me doy cuenta que Alfredo no estaba; crisis de nuevo. Comienzan los gritos por radio sin respuesta, Ramón gritando que él no lo iba a dejar solo y que iba a salir a buscarlo, los teléfonos colapsados. Momento de suma crisis, hasta que escuchamos la voz de Gala (novia de Alfredo) diciendo que estaban bajando, que se habían pasado. El total de horas fue 16, desde Caracas a nuestro lugar de destino.

Alfredo llegó y todo estaba bien, la gente comenzó a desmontar las camionetas y la primera pelea salió a flote; la de los cuartos y las camas matrimoniales (eran principalmente parejas en el viaje). Se habían pre rifado los cuartos matrimoniales y al llegar allá todo fue caos; muchas de las parejas agarraron camas individuales que no les pertenecían; y simplemente la hostilidad reinaba. Después de unos minutos de peleas sin sentido, la gente se harta y comienza a dormir donde pueda; estábamos muy cansado para seguir discutiendo. En eso se oye unos gritos, todo fuimos a ver; el gocho había dejado unas ollas sucias en la cocina y… habían chiripas hasta decir basta. Nuevamente el caos reinó. La gente diciendo que no iban a quedarse ahí, que era peligroso, que habían chiripas, no había agua caliente (el calentador servía para solo la mitad de la casa, es decir 2 baños… para 26 personas). Todos buscando soluciones a punta de gritos y no se llegó a nada.

En eso se oye a Chicho decir “Ron ven a mí” y comenzó a beber junto a Diego y el Negro. Todos decidimos acompañarlos y relajarnos, ya mañana era otro día. Unas partidas de dominó y unos tragos después, la mayoría de las personas estaban cansadas y la decisión más sabía era la de irse a dormir. Chicho, Diego y el Negro, tenían, para ellos, mejores ideas. Ellos decidieron rascarse y evitar que la gente durmiera con sus gritos. Además de que algunos acudieron al desnudismo y se lanzaron a la piscina (sin calentador, en Mérida, en un sitio muy alto, a las 2 am); poco de caos y la gente molesta, algunos de nosotros decidimos ir a apaciguar las aguas y encontrar la manera de que se acostaran. El día había terminado, por fin…a dormir.

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