Thursday, December 2, 2010

Otoño en Manhattan


Una tarde cualquiera de otoño en Battery Park, Nueva York (Para quien no lo conozca, es un pequeño puerto en la parte baja de Manhattan donde se toma el ferry a Ellis Island; donde se encuentra la Estatua de la Libertad). Estaba todo bastante desolado, sólo estábamos mi cámara y yo. Nos arropaba un manto anaranjado rojizo del sol poniente, mientras que llovían las hojas de los árboles, combinando sus colores con el atardecer. El único sonido que podía oírse era el del silencio; la paz era infinita.

Repentinamente algo me hizo voltear y ahí estabas tú; bella como siempre. Con ese cabello castaño claro suelto y precioso. Aprovechando el frio de otoño para colocarte ese cuello de tortuga blanco, sabiendo que me enloquece. No me dijiste nada, sólo me sonreíste; perfecto para mi cámara. Las fotos empezaron a multiplicarse mientras me acercaba a ti. Las fotos eran tan perfectas, que hasta se podía oler tu increíble perfume. Sin darme cuenta, tomaste la cámara y dejaste de ser protagonista en las fotos; te convertiste en la directora. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba posando ante ti; y poco después, sucumbido en tus labios. No importa cuánto trate de resistirme; al final siempre terminas con el control.

Paseamos por toda la ciudad de Nueva York y en pocos días visitamos museos y galerías, comimos divino, generamos momentos realmente mágicos. Podía jurar que eras la indicada; eras simplemente perfecta, y todo era perfecto. Tus dulce besos que combinaban con tu perfume; tus manos; tu pelo y tus ojos, Dios tus ojos azules tan increíbles, enmarcaban una bella sonrisa que me llenaba de paz. No podía negarlo, estaba embobado por ti; me tenías hechizado. Me movías el piso constantemente y me retabas a hacer cosas que nunca pensé hacer. Pero te aprovechaste de eso. Caminando por el Manhattan Bridge te frenaste y una mirada pícara y traviesa se apoderó de tu cara.

Sin que me diera tiempo de reaccionar, ya estabas montana en el borde. Miré hacia arriba y te rogué que bajaras, tu sonreída me volteaste a ver; el sol anaranjado se trataba de esconder entre tu silueta. Me aseguraste que todo iba a estar bien, y diste un paso. Me monté en el borde a detenerte miraba hacia abajo buscándote. Después de unos agónicos segundos de silencio, te escuché. Subí súbitamente la mirada y ahí estabas, flotando como si nada. Te reías de mí, y me invitabas a acompañarte. Yo incrédulo de todo, me reusé. Seguías insistiendo que fuera contigo, y que flotáramos juntos y comenzaste a manipulándome. Fue en el momento en el que tomaste mi mano cuando caí en cuenta de que era otra de tus jugarretas; parte de ese plan macabro para destruirme; para que caiga en tus manos. Me bajé del puente, y continué caminando sin mirar atrás hasta que el horizonte se tragó mi silueta.

No comments:

Post a Comment