Monday, October 8, 2012

Un camino sin esperanza


Ayer Venezuela vivió algo histórico; hoy muchos quisiéramos que hubiese sido sólo una pesadilla.  Desde hace unos 8 meses, habíamos elegido a nuestro candidato; Henrique Capriles Radonski, un tipo como pocos. Él tuvo una misión difícil, unir a un país lleno de resentimiento, ira e incluso desilusión. Un país en el que más que vivir, se sobrevive.  Un país donde pocos son los que no tienen una historia de robo, secuestro u homicidio; bien sea familiar, un amigo cercano o incluso personal. 

Henrique pasó 8 meses cruzando el país de extremo a extremo, llevando un mensaje de paz, esperanza y alegría. Un mensaje de unión para todos, un mensaje de una Venezuela sin color. Un mensaje que se fue contagiando. El país poco a poco fue creyendo en este candidato y en su propuesta de ser “El presidente de la Educación”. Todos fuimos oyéndolo, siguiendo sus comentarios y leyendo su plan para el país. Un plan que se veía increíble, una propuesta real para transformar el país en la Venezuela que todos soñamos. Marchas se llevaron a cabo, parecía que cada vez más eran quienes lo seguían; y más eran los rojitos que se daban cuenta de que necesitaban un cambio; porque él nos enseñaba que “Hay un camino”.
La mañana del 7 de Octubre de 2012 fue épica; colas kilométricas de gente para ir a votar; desde las 4 de la mañana. Jamás se había visto algo así. Las colas estaban llenas de esperanza, de alegría; simplemente algo maravilloso. Todo el mundo se caló 3, 4 e incluso 6hroas horas de cola; para poder ejercer su derecho al voto, su derecho a opinar, su derecho a exigir un cambio. Luego la ansiedad caía en todos; los nervios se notaban; todos queríamos saber los resultados. La mayoría de las encuestas daban a Capriles vencedor y por un margen interesante. Hasta que la realidad cayó; perdió Capriles, ganó y fue re-electo Hugo Rafael Chavez Frías.

Por unos momentos hubo silencio, nadie lo creía. Luego, se escuchaban los fuegos artificiales mezclado con disparos en las calles; los rojos celebraban. Las palabras se fueron y el corazón latía lento. Una derrota que nadie veía venir. El sueño de una Venezuela libre, segura y limpia se esfumaba; el sueño de ver a MI Venezuela surgir y de ver a mis hijos crecer en Caracas, desapareció. ¿Qué futuro se puede esperar para un país como este?

Muchos cayeron en la ira, comenzaron los insultos; otros cantaron el fraude; otros trataron de dar mensajes de esperanza para que no nos rindiéramos; y muchos ya estaban más enfocados en hacer plan para el fin de semana largo. ¿Yo?, yo caí en shock.  ¿De qué sirve bajar a su nivel e insultarlos? ¿De qué sirve cantar fraude cuando el mismo Henrique reconoció los resultados? ¿ de qué sirve decir que hemos crecido y que ese 6 millones y pico se acerca cada vez más a los 7 largos de rojos? De esos 6 millones, al menos 2 millones se van a ir del país, tiraran la toalla. En diciembre hay elecciones regionales; nadie va a ir a votar. ¿Para qué votar si el resultado será el mismo?, dirán muchos. Ya perdimos al país. El mapa terminará de ser rojo y todos harán con él lo que quieran.

Este sentimiento es indescriptible; es como cuando tienes un juguete nuevo de niño, juegas con él y luego de que te encariñas, te lo arrancan para no verlo más.  Haber estado tan lleno de esperanza para caer de repente, es mucho peor que nunca haber tenido esperanza. Hay un vacío, un dolor que no te deja tranquilo.
Ahora todo cambia, los planes de vida tienen que reformularse; nadie va a querer estar aquí para ver el país hundirse por completo. Yo siempre he dicho que no podría vivir fuera de Caracas, no ver el Ávila a diario, pero, mis hijos no pueden crecer en esta Venezuela,  no puedo estar en una Venezuela donde se vive en paranoia, en miedo; salir de mi casa y no saber si volveré, o si volveré a ver a mis padres o hermana. No puedo vivir en una tierra de nadie. Ahora, ¿a dónde ir?,  ¿qué hacer?, ¿cómo sobrevivir?

No dejo de pensar en qué hacer con mi vida. En el tener que adaptarme a no tener el calor caraqueño; a tener que vivir sin tequeños, sin arepas, sin mi gente. No dejo de pensar en cómo cambiar mi plan de vida. Estoy parado en el medio de la nada, tratando de decir qué camino tomar, temiendo que todos los caminos lleven al mismo terrible y temible destino. Estoy sin palabras, sin ganas de salir adelante, sin ganas de salir de mi casa, quizás estoy vivnedo lo que es realmente vivir sin esperanza.

Muchos dicen “El Tiempo de Dios es perfecto” o hacen un llamado a rezar por el país, por las personas. Aclaman por Dios para que nos ayude. Yo sólo les respondo, Dios dejó Venezuela hace mucho tiempo.

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