Friday, August 5, 2011

Mala

Una noche tranquila de ciudad como cualquier otra, un local nocturno con nada extraordinario, todo dictaba que iba a ser una salida sin nada en especial; sólo una noche para salir entre panas y beber, quizás bailar un poco si el Dj me lo permitía. De repente, de la nada, al otro lado de la pista estaba una de las mujeres más increíbles que mis ojos han visto. De esas que no puedes quitarle los ojos de encima; una diosa de la seducción. Te veo, me ves y sonríes. Te excusas con la persona que estaba a tu lado y decides atravesar toda la pista, caminando hacia mí. ¡Qué forma de caminar! Haciendo que las miradas se enfoquen en ti; sólo se podían ver a todos los hombres soñar contigo, y a las mujeres envidiarte, y francamente, ¿quién podría dejar de hacerlo?

Mientras recorrías la pista te detallé de pies a cabeza, asombrándome cada vez más. Unos pies hermosos, tapados con unos tacones altísimos, que dominabas a la perfección, cuya función era alargar esas hermosas piernas; una vestidito pegado que resaltaba tus curvas peligrosas, uñas vino tinto, mostrando una seguridad increíbles y buscando desviar las miradas de tu cuerpo hacia tus manos al hablar, unas facciones perfectas, esculpidas por el mismo Miguel Ángel, unos ojos azules que a veces se escondían en tu cabello dorado; eras simplemente perfecta. Sin embargo, lo que hacía que no pudiese dejar de verte era ese aire de misterio que te rodeaba.

Te detuviste a mi lado, pediste un trago en la barra de los más inocente. Por alguna razón desconocida, esa noche no tenía nada que perder, supongo que fue por ti; y decidí comenzar a hablarte, esperando un rechazo absoluto. Sin saber lo equivocado que iba a estar. Comenzamos a hablar y reír; ahí empezó la cátedra de seducción, digna de ser grabada en un documental de Discovery Channel; no sé de dónde salió, pero todo fluía a la perfección. El toqueteo ideal, sin ser baboso pero demostrando interés. Me jalaste a la pista de baile, era tu fuerte, un meneo y queriendo probarme; tentándome y engatusándome en tus garras.

Luego, pasamos a la parte más tranquila del local, a charlar de verdad. Mientras me hablabas le hacías ojitos a todos, los mantenías ahí en suspenso; supongo que por si yo no daba la talla. Me comencé a dar cuenta de muchas cosas. Eres indomable e incontrolable, una mujer que aclama ser libre y salvaje. Sin miedo y aguerrida. Eres imparable, todo lo que te proponías tener, lo tenías; no dejaba de pensar que ese era el caso conmigo. Eres lo que Alejandro Sanz definió como “mala” en la canción que lleva ese título.

Luego, me di cuenta que mentías en muchas de las cosas que decías; buscabas protegerte, de algo o alguien; quizás de ti misma. Te jartabas de decir que rompes corazones a diestra y siniestra; que jugabas con la gente, que eras la maestra de la manipulación y que todo lo que querías lo agarrabas, sin dar excusas o pedir permiso; mostrando seguridad y fortaleza. Y citando a Sanz digo, “Llevas tus cicatrices como pinturas de guerra”. Hasta que por una milésima de segundo, mientas seguías tan preocupada por mostrar ser indestructible, un detalle se te escapó y con eso bastó. Tus ojos mostraron por un segundo la ventana a la realidad, una realidad muy diferente a la que mostrabas. Tu mirada se cubrió de vulnerabilidad, soledad y tristeza. Fue allí que me di cuenta que para ti no era más que un experimento o reto. Me levanté y me fui, sin mirar atrás.

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