Hoy sin duda fue de esos días en los que el tiempo pasa lentamente. Estuve desde las 7 de la mañana en la universidad y la única clase que tuve fue “Ingeniería Ambiental” que duró 40 minutos mientras analizábamos el ruido del salón. Total pérdida. Realmente el estar luchando tanto tiempo contra el fastidio y la agonía de “no estar haciendo nada” en la universidad agota más que cualquier otra cosa. El profesor de las 7 llegó tarde; no tuvimos clases; el de las 8:45 dijo que no había clases; la clase de las 10:30 pasó a ser virtual hace mucho tiempo; y a las 11:50 la profesora de la clase de las 12 mandó un correo diciendo que no iba a haber clases. Qué desgracia, ni siquiera me pude venir a mi casa y hacer las infinitas tareas que tenía pendiente. Tuve que quedarme porque ya a las 12, si me iba, no volvería a la “importantísima” clase de contaminación sonora en ambiental. Después, llego agotado a mi casa, a hacer tareas infinitamente largas. Ya no aguanto esto de la universidad en trimestre. A estás horas de la noche, ya estaba casi dormido de lo cansado, y recordé el reto; casi me duermo sin escribir. Trato de pensar en algo que decir, un tópico que escribir, algún suceso, o quizás parte de esas muchísimas ideas inconclusas en mi cabeza que deben ser publicadas y NADA.
Cuando te dicen que el cerebro se seca, no es broma, sí ocurre. El cerebro es como si dijera de funcionar tras días agotadores y cansados. El gastar tanta energía en mantenerse ocupado, y luchar contra el aburrimiento gasta la materia gris del cerebro. Sin embargo, soy hombre de palabra y cuando dije que iba a escribir diariamente, sabía en lo que me estaba metiendo; aún así accedí. Aunque este post me recuerda a Seinfield y su “Show sobre NADA”; es mi forma de escribir sin tener nada que decir.
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