Wednesday, November 17, 2010

Reto Día 30: Hola extraña


Todo aparentaba ser un día cotidiano. La universidad igual que todos los días; mismas caras, nada parecía fuera de lo normal. Eran las 2 de la tarde y como cualquier lunes o miércoles me dispuse a almorzar en la feria. Junto a las mismas caras de siempre, mis panas, nos sentamos en una mesa. Mientras discutíamos de deportes algo ocurrió, no sé qué me hizo subir la mirada pero ocurrió. Mis ojos fueron inmediatamente encandilados por lo cristalina de tu mirada. Mi mirada se fue directamente a tus ojos azules grisáceos hermosos. Jamás había visto unos ojos así, y menos en la universidad. Terminé de analizar tu rostro; sin darme saber que ya te habías dado cuenta de mi acoso visual; era imposible quitarte la mirada de encima, fue como quedar atrapado.

El tiempo transcurrido fue casi eterno. Mis ojos no podían dejar de verte. Cuando por fin logré recuperar el control de mis ojos, ya era muy tarde; tus ojos me miraban. Mi reacción fue inmediata y sin control, te guiñé el ojo; un acto completamente suicida y aún desconozco el por qué lo hice. Sorpresivamente la reacción de asco y descontento que suele seguir ese acto no surgió; sino que una pequeña risa simpática, tímida y pícara se dibujó en tu rostro. Supongo que en la mía se retrató un gran signo de interrogación, porque no entendía nada. Después de ahí te detallé; wow!... que bella eres. Cabello castaño, liso pero no completamente; rostro con facciones muy delicadas, casi perfectas; un cuerpo con proporciones tan exactas que ningún modelo matemático podría describir; todos atributos que me hacían pensar que eras un sueño.

Me levanté a buscar mi almuerzo. Al llegar al mostrador me di cuenta que no estaba sólo. Un aroma dulzón llegó a mí y me descontroló. Volteé disimuladamente y estabas tú a mi lado, esperando tu comida también. Algo atolondrado por tu esencia e intentando disimular mi obvio atontamiento, logré ver tus manos; simplemente perfectas. Tus manos estaban cuidadas, y las uñas del color que me encanta… vino tinto. Ahí me convencí de que eras obra de mi imaginación; imposible que no fueras un sueño. Inmediatamente pensé en ti, Soledad. Sin embargo, me extrañó que te manifestaras en pleno día; de ser así, ibas a arruinarme la vida. Lo único que me mantiene cuerdo, es que sólo te apareces de noche.

Me regreso a mi mesa con mis amigos; algo alterado y asustado por estar alucinando en plenas horas del día. No obstante, creo que lo estaba ocultando bastante bien. Las conversaciones eran típicas de cualquier día entre cualquier grupo de hombres; deportes, mujeres, y estudios eran los tópicos principales. Pero cada 10 minutos volteaba a verte. Asegurarme de que te fueras; tratar de controlar mi mente. Sin éxito. Entonces, te levantaste de tu mesa y caminaste hacia mí. Mientras te acercabas me puse bastante nervioso, no sabía cómo iba a reaccionar y no estaba sólo en mi cuarto sino en una feria llena de estudiantes. Entonces constantemente repetí en mi cabeza “ella no existe”. Llegaste a donde estaba yo, pusiste tu mano en mi hombro y la pasaste por toda mi espalda mientras te ibas. Todo había terminado, mi sueño desapareció. Fue entonces que vino una pregunta muy inesperada: “man, ¿de dónde conoces tú a esa jeva?”. Me congelé. Pensar que un simple “hola” hubiese podido cambiar todo.

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